Sandra Aravena Cuentera

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jueves, 10 de noviembre de 2011

Re-cuento de Valparaíso es un Cuento… Retrospectiva, reflejo, retrovisión y echarle paelante!





Por Sandra Aravena


Se terminó el Encuentro Internacional “Valparaíso es un Cuento” en su primera versión. Pero como siempre, lo que termina genera nuevos nacimientos. Así que, poéticamente podríamos decir que estamos frente a nuevos nacimientos, nuevas aventuras, nuevos inicios.
Fue prácticamente un mes completo de aprendizajes. Estar sumergida en un mundo de palabras y palabreros, incluso por osmosis genera movimientos en las reflexiones, en las acciones y en la creación misma.

Uno de los aprendizajes más importantes, que aunque estaba en la retina, se hizo manifiesto con fuerza y energía, tiene que ver con la necesidad de generar diálogo artístico en la propuesta, en el trabajo. Desde la decisión de hacer dirección artística a los espectáculos, hasta dialogar con nuevas posibilidades en conjunto con otras disciplinas: danza, música, artes visuales, etc. Finalmente, se trata de enriquecer la estética en la creación, dotarla de nuevas perspectivas y miradas, y hacerla crecer, como en una sinergia.

Una dirección artística que permita, como dijo Jota Villaza en el taller que nos compartió, darle importancia a los detalles de la puesta en escena. Sí, cada detalle. Porque, como en la vida, en los detalles está la diferencia, y marca la distinción. O, como diría una amiga cuentera, algo que quede profundo calado en el centro del pecho, y no, solamente, un buen momento de diversión y de goce estético. En definitiva, se trata de hacer lo mejor posible dentro del trabajo creativo.
Un diálogo solidario, complementario, creativo.

Luego, de los aprendizajes más hermosos, tuvo que ver con el descubrimiento propio. Aquello que tantas veces fue conversado en talleres, en espacios formativos, de reunión de colegas, en fin… pero que toma más fuerza al ver espectáculos como el de Diana Tarnofky, Cucha del Águila, o de Alekos, que en diferentes propuestas, en diferentes estilos y voces, cada cual ha ido explorando aquello que traen consigo o que fueron adquiriendo con el tiempo.

Descubrir las posibilidades, las opciones. Descubrir el cuerpo, lo que abarca, lo que puede explorar, el espacio que puede utilizar, lo que puede expresar y reflejar de lo que viene desde adentro. Ese descubrimiento del cuerpo es un asunto que me viene dando vueltas hace algún tiempo, pero toma forma, y cuaja como gelatina cuando las propuestas escénicas que se ven han avanzado en esa exploración y logra algo simplemente maravilloso.

Descubrir la voz. Diana Tarnofky supo abrirme ese nuevo-viejo horizonte. Explorar la voz… pero más allá (o acá) del adorno al espectáculo, sino como piedra fundamental, pilar, que adorna, embellece, pero al mismo tiempo es parte de una propuesta armoniosa. Nuevas exploraciones, que ella nos confesó, comenzó a reconocer con su maestra de voz, y que hoy hace crecer su bella presencia escénica, su cuerpo grande y sus relatos, historias… llenas de magia crecida, brillante, como dentro de bolso mágico. Como “Coleccionista” de voces y sonidos.

Descubrir las raíces. Cucha del Águila nos abrió las almas a su selva amazónica. Mezclando relatos, narraciones, lecturas y en medio de todo, triunfante, un rito propio, que salía como luz desde el mismo centro de su pecho. Un rito perfecto que de pronto nos la trajo vestida de selva, oliendo a vegetación, y envuelta en un halo no conocido en estas tierras. ¡Cómo hizo crecer su belleza natural!

Y luego, Alekos y Javier Ceballos, uno con una locura que viene como desde ayer, y el otro que parece duende desde ayer. O desde siempre. Explorando la creatividad en su máximo punto. Cuentos, rimas, palabras retocadas, música, objetos, risas, cuerpo, ojos, instrumentos musicales, y un sombrero. Con esa maestría impresionante, de historias mágicas que se hacían más fantasiosas con el juego en escena.

Y, para no escribir tan extenso, quisiera comentarles sobre esto que es aprender de un propio error. Equivocarse como una oportunidad de avanzar, de crecer. Equivocarse y sonreír, porque se presenta una nueva posibilidad, siempre para avanzar.

Y claro. Tuve que enfrentarme a un espectáculo que no fue “todo lo que quisiera que fuera”. Mi espectáculo. ¿Cómo asumir cuando un espectáculo no es lo que se espera de sí mismo/a? Fue un parto extraño, ambiguo, un poco amorfo. Pero parto al fin. Ese nacimiento que hoy me abre la posibilidad de hacer crecer un espectáculo que es el propio. Asumir la cuestión con humildad, y proyectar nuevas oportunidades, opciones, y, por supuesto, exploraciones propias y la colaboración de amigos y amigas artistas, en dirección artística y en la puesta en escena. Toca seguir aprendiendo, toca seguir avanzando en la creación y en el camino decidido.

Faltó trabajo, faltó dedicación. Y ello, en relación a los aprendizajes de este encuentro, debería ser aquello que no falte. No se olvide: ocuparse de cada uno de los detalles.

Vamos caminando a ello. Prontamente, re-estreno de “La Porota”, pero esta vez, con el trabajo merecido.


Gracias por la oportunidad.


Abrazos cuenteros!