Es difícil comenzar a compartir esta
experiencia. Porque es casi tan inexplicable como el camino que se escoge, que
se asume, desde el amor comprometido.
En muchas ocasiones, en instancias formativas
de cuentería, comento sobre esta extraña costumbre que tienen los cuentos de
comunicarse con quienes los contamos. A veces en la ducha, en la micro,
caminando por las calles tantas veces recorridas, justo antes de quedarnos
dormidos, cuando despertamos y nos damos unos minutos entre las tapas… justo
ahí nos hablan, se comunican, reclaman, piden, negocian… ¿quiénes? Los cuentos,
sus personajes, las acciones, los paisajes, las formas, los olores, los
sabores, colores…
De alguna forma, nos vamos acomodando a
estos diálogos y los extrañamos cuando pasa un tiempo sin que se “aparezcan”. Será
un fenómeno de la imaginación, o de la relación de imagen y emociones que
establecemos con los cuentos, o tal vez será el camino o “vida propia” que
tiene finalmente el cuento. Lo cierto es que ya sabemos que en algún momento de
ese caminar libre que tienen los cuentos, vendrá alguna brisa (o huracán) que
nos inspirará a mirarle, verle, preguntarle por los sentidos y devenires.
Así es. Cuando lo he comentado en los
talleres, luego de contar la experiencia (o antes, como para ponerse el parche
antes de la herida) digo que es algo un poco extraño, hasta esquizofrénico,
pero real, totalmente real. Pido que haya la menor resistencia posible, porque
es en ese diálogo que se fortalece la relación cuento-cuentero, que permite que
quienes contamos seamos el medio para que el cuento contado – imaginado fluya
entre quien escucha y las palabras ambulantes.
Sin embargo, digo esto porque lo he vivido.
Quiero decir, que podemos comprender la importancia de esta comunicación una
vez que vemos cómo los cuentos crecen y van adentrándose en sus propios
universos, potenciándose.
Desde mi experiencia, los caminos propios
que van recorriendo los cuentos cambió la personalidad de un cuento, la edad de
otro, la ropa de varios de ellos, y qué
decir de los cambios que han ido viviendo los personajes dentro de las
historias… ello, sin duda, refleja a su vez los diferentes momentos,
condiciones, posibilidades que como narradora y mujer he ido recorriendo.
Esa es la hermosa dialéctica en el
inacabable proceso creativo: el cuento con su camino y el narrador/a con el
suyo. Que confluyen, fluyen, se obstruyen, se aman, se desencuentran… dos
caminos paralelos que tienen sus puntos de convergencia, que no es pura en
ningún caso, sino que requiere de un trabajo permamente, por eso es “inacabable”
el proceso de creación.
Ahí, fundamentalmente, creo que se instala
la riqueza de la relación en imagen y emociones que sucede entre el cuento y el
narrador/a. Al mismo tiempo, se instala la necesidad profundizar el
conocimiento propio, porque es desde ahí que se funda esta hermosa relación. Esa
es la dialéctica.
En fin, estas reflexiones se escriben para
ser debatidas y desarmadas. Y aunque esperaba escribir sobre otro
acontecimiento, las manos y las letras se fueron por acá… la otra historia,
prontamente la compartiré.
Abrazos cuenteros.
Sandra.