Por Sandra Aravena
Hace algunos días, me llamaron por teléfono. Me dijeron si tenía Minicuentos de Valparaíso. Yo contesté que sí, que alguno que otro me daba vueltas en la cabeza, pero no dije más...
![](https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgc7DyxOjLktvA9woS-LWv4U-YdtfyrhossKsxxnmnim9HYfk29Ci97y7vomEKjTD18c8_qHpZ3nTFkbeey5GdbCMkcB37u5lfmSHvdNmpvNFVj3RrGzBsbCUkPlWheL3iB4h96e4M086ob/s200/desvelado.jpg)
Esos desvelos en que las piernas están acaloradas, que molesta la sábana para dormir, que la almohada no cobija la cabeza ni la nuca, y que en ellas tampoco descansa el sueño que se iba a tener esa noche...
Desvelo de esos que obligan a encender la luz, tomar el lápiz, el cuaderno de los desvelos.... y... salió un poco de esto.
Comparto, al fin, dos de los minicuentos de Valparaíso en desvelo. Quizás en algunos días, un poco más.
PD: Si no entiende algún concepto, no dude en consultar.
El final del camino
Sube y baja. Sube y baja. Se acerca el final del camino, el
gran final del camino. Se apura el tranco, el corazón late más fuerte y rápido.
Ansiedad. Sudor. Al final del camino, una escalera. ¡qué alivio! Es que eso es
lo bueno de estos caminos, que al final hay un recoveco, que conduce a otro
camino, más arriba o más abajo, pero otro camino al fin.
Precaución
“No se vaya por ahí, mijita”, me dijo el señor del almacén
en actitud protectora. “¿Por qué?”, pregunté sintiéndome invadida. “No vaya a
salirle el Trauco”, dijo compungido. Reí comprensiva, adivinando no sé qué.
Luego, añadió “es que en Pancho puede pasar cualquier cosa”… al final, tomé
otro camino. Nunca se sabe…
No hay comentarios:
Publicar un comentario